La pedagogía ignaciana es la vía práctica por la que los profesores y profesoras acompañan a los alumnos en su crecimiento y desarrollo en la vida cotidiana del aula. Incluye una perspectiva del mundo, de la vida, de Dios y una visión específica de la persona humana ideal que se pretende formar. Es un proceso consciente y dinámico en el que cada uno de sus pasos se integra de manera interactiva durante todo el proceso, promoviendo así un crecimiento constante en las personas o grupos de personas e instituciones, afectando siempre, de al, a la realidad involucrada.
El modelo pedagógico ignaciano se desarrolla en cinco momentos sucesivos:
Los profesores deben y necesitan conocer el mundo de sus alumnos, incluyendo las formas en que la familia, los amigos, los compañeros, la subcultura juvenil y sus costumbres, las presiones sociales, la vida escolar, la política, la economía, los medios de comunicación social, el arte, la música, la religión y otras realidades, influyen en ese mundo y afectan al estudiante para bien o para mal. Igualmente, conocer el contexto social, político, económico, cultural, religioso, etc., en el que la acción educativo se realiza.
La experiencia ignaciana va más allá de la comprensión puramente intelectual. La pedagogía ignaciana busca que todo el hombre, mente, corazón y voluntad, se implique en la experiencia educativa. Las dimensiones afectivas del ser humano han de quedar tan involucradas como las cognitivas, porque si el sentimiento interno no se une al conocimiento intelectual, el aprendizaje no moverá a la acción. La experiencia humana puede ser:
Con el término reflexión se quiere expresar la reconsideración seria y ponderada de un de-terminado tema, experiencia, idea, propósito o reacción espontánea, en orden a captar su significado mas profundo. Por lo tanto, la reflexión es el proceso mediante el cual se saca a la superficie el sentido de la experiencia. Entre los procesos de reflexión distinguimos dos operaciones fundamentales: entender y juzgar.
Entender: Es descubrir el significado de la experiencia, es establecer las relaciones entre los datos vistos, oídos, tocados, olfateados, etc. Es el chispazo que ilumina lo que se pre-sentaba en penumbras en la percepción sensible. Es lo que permite al sujeto conceptuali-zar, formular hipótesis, conjeturar, elaborar teorías, dar definiciones.
Juzgar (verificar): Es emitir un juicio, verificar la adecuación entre lo entendido y lo experimentado, entre la hipótesis formulada y los datos presentados por los sentidos. La reflexión colectiva da la posibilidad de reforzar, desafiar y estimular a la reconsideración, permitiendo una mayor seguridad en la acción que se va a realizar y la oportunidad de crecer en comunidad.
El Paradigma Pedagógico Ignaciano enseña que la reflexión esta unida indisolublemente con la acción en una vida humana comprometida y que la acción, sin el servicio desinteresado a los demás, no merece el nombre de compromiso.
El Paradigma Pedagógico Ignaciano pretende una evaluación global del alumno, que integre no sólo el dominio cognitivo, sino el nivel de maduración, la capacidad de reflexión y las actitudes que va consiguiendo. Promueve igualmente que los alumnos evalúen sus propios procesos y resultados del aprendizaje, adquiriendo esquemas personales que les pueden servir en futuras situaciones y circunstancias.